Iluminación
La
evangelización es "la misión esencial de la Iglesia... Ella existe para
evangelizar" (EN, 14). La Iglesia lo sabe, por lo que hace suyas las
palabras del apóstol Pablo: "Predicar el Evangelio no es para mí ningún
motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe.
Y
¡ay de mí si no predicara el Evangelio!" (1 Cor 9, 16).
Las fuentes de la
pastoral profética
El
término profeta viene del griego prophetes y significa: "aquel que llama,
que predice, que anuncia". Otra de sus acepciones es: "el
llamado". Y tras esta forma pasiva aparece más claramente la acción
divina: Dios es el que llama.
"Este
ministerio profético debe nutrirse de la Palabra de Dios en la Biblia, leída e
interpretada en la Iglesia y celebrada en la comunidad" (SD, 33); en la
Tradición, cuya alma es el Espíritu Santo (LC, 33) y que, con la Sagrada
Escritura, constituye los cimientos del pueblo de Dios (LG, 38); y en el
Magisterio, "que bajo la asistencia del Espíritu Santo interpreta
auténticamente la Tradición y la Escritura" (DV, 10; LC, 38). La pastoral
profética supone un proceso: suscitar la fe, hacerla madurar e integrarla en la
comunidad donde se vive y actúa. Se realiza a través del primer anuncio o
kerigma, la catequesis y la acción profética dentro de la comunidad.
La catequesis
La
palabra catequesis viene del griego katejein: hacer resonar, instruir, enseñar
oralmente. "Consiste en la educación ordenada y progresiva de la fe"
(DP, 977); busca el desarrollo de la fe incipiente, fruto del primer anuncio,
capacitando básicamente a los cristianos para entender, celebrar y vivir el
Evangelio del Reino" (Episcopado Español, La catequesis de la comunidad,
1983, 34). "Las condiciones actuales hacen cada día más urgente la acción
catequética bajo la modalidad de un catecumenado, para un gran número de
jóvenes y adultos" (EN, 44). La catequesis debe ser una de las tareas
prioritarias de la pastoral de la Iglesia. En la medida que sea intensificada,
se consolidará la vida interna de la comunidad de creyentes y su impulso misionero
(CT, 15).
El fin último de la
catequesis
Como
parte de la misión profética de la Iglesia, es conducir a la madurez integral
de la fe. Dicha madurez no se logra sólo mediante un curso intensivo de
catequesis o en una sola etapa de la vida; es indispensable un proceso gradual
y sistemático, por eso, "nuestra catequesis ha de tener un itinerario
continuado que abarque desde la infancia hasta la edad adulta, utilizando los
medios más adecuados para cada edad y situación" (SD, 49). También es
necesario armonizar la catequesis ordenada y sistemática con la catequesis
ocasional de los diferentes momentos celebrativos y dolorosos de la vida
personal, familiar, parroquial, eclesial y social.
La
catequesis debe estar en armonía con las demás formas de pastoral de la Iglesia.
Por una parte, la catequesis debe iniciar a la vida de oración personal,
litúrgica, comunitaria, misionera y de compromiso social; por eso, es muy
importante atender a las dimensiones kerigmática, litúrgica, comunitaria,
misionera, social y vocacional de la catequesis (SD, 49-50.80). Por otra parte,
las demás acciones pastorales de la Iglesia, bien realizadas, son una verdadera
catequesis en cuanto favorecen la profundización viva de la fe (CIC, 6). No
podríamos tener madurez cristiana individual y comunitaria sin la catequesis,
ni una buena catequesis sin las demás tareas de la pastoral.
La acción profética
dentro de la comunidad
La
comunidad cristiana es el lugar más propicio, el agente principal y la meta de
la catequesis. Es el lugar más propicio porque recibe a los nuevos miembros de
la Iglesia y los acompaña a través de los diferentes momentos y etapas de la
vida hacia la madurez de la fe (Mensaje del Sínodo de los obispos, 1977, 13;
Episcopado Español, l.c., 253.266). Es el agente principal porque toda la
comunidad es la responsable de la catequesis, según los diferentes carismas
recibidos; y porque es la formadora de los nuevos catequistas (1a. Semana
latinoamericana de catequesis, Quito, 1982, 13). Es la meta de la catequesis
porque está al servicio de la comunidad eclesial en cuanto que inicia a la vida
de comunidad en la escucha de la Palabra de Dios, la celebración de los
sacramentos, la vivencia del amor fraterno, el reconocimiento de los carismas,
la promoción de los diferentes ministerios y el envío misionero. Además de
iniciar a la vida de comunidad, la catequesis fortalece el sentido de
pertenencia, el conocimiento y el amor a la Iglesia; un amor que compromete a
la renovación de la comunidad eclesial para que resplandezca como signo de la
presencia del Reino de Dios entre todos los hombres y que impulsa a ser
fermento cristiano en la sociedad (DP, 992).